sábado, 28 de abril de 2012

"LA GEOMETRÍA ES EL ARTE DE PENSAR BIEN Y DIBUJAR MAL"

- “Un matemático dice A,escribe B, quiere decir C,pero lo que significa es C. Y de    hecho D es una idea espléndida que emerge al poner orden en la confusión”.
-Las matemáticas son una ciencia exacta salvo cuando te equivocas.
-Las matemáticas son una gimnasia del espíritu y una preparación para la filósofia.

La Experiencia no se Improvisa, Mucho Menos la Calidad







domingo, 15 de abril de 2012

Dedicado a tod@s los Maestros del Mundo...

consejos del maestro Tu mejor maestro es tu último error ...

El Mejor Maestro ....




Al igual que cada año, al iniciarse el nuevo curso, la profesora María miró a sus alumnos de 5º grado de primaria y les dijo con una gran sonrisa que a todos los quería por igual. En su interior sabía que mentía, puesto que en el fondo de la clase, desparramado sobre su asiento en la última fila, estaba un niño llamado Juan González.
La profesora María había observado a Juan y no le gustaba. Había notado que no acostumbraba a jugar con otros niños, su vestir era descuidado y a menudo parecía necesitar una buena enjabonada. Juan era un niño un tanto desagradable, molesto para todos. Sus trabajos siempre estaban mal y, a menudo, recibía las burlas de sus compañeros. A pesar de las malas notas que le imponía no mejoraba. Realmente no le gustaba este niño.
Como cada año llegó el momento en que María tuvo que revisar el historial de sus alumnos para evaluar su trayectoria escolar. Distraídamente dejó el expediente de Juan para el final. No le apetecía leerlo y mucho menos escribir sobre él. Pensaba recomendar encarecidamente su traslado a otra escuela menos prestigiosa. Es por ello que cuando finalmente abrió el expediente se llevó una gran sorpresa. La profesora de primer grado había escrito: Juan es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo cerca.
La profesora de segundo grado había escrito: Juan es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se le nota preocupado. Su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en casa debe ser muy difícil.
La profesora de tercer grado escribió: Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él. Trata de hacer sus tareas lo mejor que puede, pero su padre no muestra demasiado interés. El ambiente en su casa pronto le afectará si no se toman medidas al respecto.
Su profesora de cuarto grado escribió: Juan se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase.
Ahora la profesora María se había dado cuenta del problema y estaba muy enfadada con ella misma. ¿Cómo podía haber actuado así? Realmente estaba muy apenada. Y, de hecho, comenzó a sentirse aún peor cuando sus alumnos le entregaron los regalos de Navidad, todos ellos envueltos en brillantes papeles y adornados con preciosos lazos, excepto el de Juan. Su regalo estaba mal envuelto en un papel amarillento metido dentro de una vieja caja de zapatos.
A la profesora María le horrorizaba tener que abrir ese regalo en presencia de los otros alumnos. Y cuando ella les mostró el contenido: un viejo brazalete y un frasco de perfume, con solo un cuarto de su contenido, algunos niños comenzaron a reír.
Ella detuvo las burlas de los niños al momento, exclamando lo precioso que era el brazalete mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca. Juan González se quedó ese día después del final de la clase y antes de irse le dijo: "Profesora María, hoy usted huele como solía oler mi mamá". Después de que el niño se fue, María lloró durante horas y desde ese día dejó de enseñar a los niños para empezar a educarlos. No les enseño sólo aritmética o a leer y a escribir, sino que empezó a educarlos en el respeto y el amor.
La profesora María puso especial atención en Juan. En cuanto comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Cuanto más lo apoyaba, más rápido respondía él. Al final del ciclo escolar, Juan se había convertido en uno de los niños más avanzados de la clase y, a pesar de su pequeña mentira de que quería a todos sus alumnos por igual, Juan se había convertido en uno de sus más queridos alumnos.
Un año después, encontró una nota debajo de su puerta. Era de Juan. Le decía que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Seis años después por las mismas fechas, recibió otra nota de Juan. Ahora le escribía para decirle que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo l a mejor maestra que había tenido en su vida.
Cuatro años después, recibió otra carta donde le contaba que a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se había mantenido en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores. En ella, le reiteraba a María que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida y su favorita. Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de concluir sus estudios universitarios, decidió viajar un poco. La carta le recordaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por el Doctor Juan González.
La historia no termina aquí, existe una carta más. Juan ahora le decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hacía un par de años y le preguntaba a su antigua profesora si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio. Por supuesto, la anciana profesora María aceptó. Y adivinen... Ella fue arreglada con el viejo brazalete, y el mismo perfume que Juan recordaba había usado su madre durante la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo y el Dr. Juan González le susurró al oído, "Gracias profesora María por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y valioso. Por mostrarme que yo puedo ser útil a los demás". La profesora María con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo, "Juan, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo podía ser diferente. No supe cómo educar hasta que te conocí".
Donde quieras que vayas y hagas lo que hagas, siempre tendrás en tu mano la oportunidad de tocar o mejorar los sentimientos de alguien. Hazlo siempre que puedas y trata de hacerlo de forma positiva. Recuerda: "Los amigos son ángeles que nos levantan sobre nuestros pies cuando nuestras alas tienen problemas para recordar como volar".

Papá , ¿Cuánto ganas? ........



La noche había caído ya. Sin embargo, un pequeño hacía grandes esfuerzos por no quedarse dormido; el motivo bien valía la pena: estaba esperando a su papá.

Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente, cuando se abrió la puerta; el niño se
incorporó como impulsado por un resorte, y soltó la pregunta que lo tenía tan inquieto:
-Papi, ¿cuánto ganas por hora? –dijo con ojos muy abiertos.
El padre, molesto y cansado, fue tajante en su respuesta:
-Mira hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabe, no me molestes y vuelve a dormir, que ya es muy tarde.
-Si papi, sólo dime, ¿cuánto te pagan por una hora de trabajo? –reiteró suplicante el niño.
Contrariado, el padre apenas abrió la boca para decir:
-Ochocientos pesos.
-Papi, ¿me podrías prestar cuatrocientos pesos? –preguntó el pequeño.
El padre se enfureció, tomó al pequeño del brazo y en tono brusco le dijo:
-Así es que para eso querías saber cuánto gano, ¿no?. Vete a dormir y no sigas fastidiando, muchacho....
El niño se alejó tímidamente y el padre, al meditar lo sucedido, comenzó a sentirse culpable: "Tal vez necesita algo", pensó, y queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo y con voz suave le preguntó:
-¿Duermes hijo?
-Dime papi, respondió él entre sueños.
-Aquí tienes el dinero que me pediste.
-Gracias papi –susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada, de donde sacó unos billetes arrugados-. ¡Ya completé! –gritó jubiloso-.
Tengo, ochocientos pesos..., ahora papá:
¿ME PODRÍAS VENDER UNA HORA DE TU TIEMPO?

Los obstáculos en el camino....



Hace mucho tiempo, un rey puso una gran roca en una ruta y se escondió a ver si alguien la corría del camino. Varios comerciantes y empleados del rey la esquivaron y siguieron. Algunos culparon a los gritos al rey por no mantener las rutas en buen estado, pero ninguno hizo nada para sacarla del medio.

Entonces vino un campesino cargando unas verduras, y al ver la roca dejó su carga y trató de correrla. Después de mucho esfuerzo logró su cometido y encontró un bolso bajo la roca. El bolso tenía varias monedas de oro y una carta del rey que decía que eran para aquél que corra la roca del camino.
El campesino entendió lo que muchos de nosotros no entendemos: “Cada obstáculo presenta una posibilidad de mejorar nuestra condición“.

Dar cuando cuenta.....



Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital, conocí a una nena llamada Liz, que tenía una rara y grave enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad, desarrollando los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor le explicó la situación al chico y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudó por un momento hasta que, con un gran suspiro, dijo “Sí, lo voy a hacer si eso la va a salvar”.
Mientras progresaba la transfusión, él descansaba con una sonrisa al lado de su hermana, que iba recuperando el color de su piel de a poco. Entonces se puso pálido y su sonrisa desapareció. En ese momento miró al doctor y le preguntó con miedo: “¿Ahora mismo voy a empezar a morir?”.
Siendo tan chico, el nene había entendido mal al doctor, y pensó que iba a tener que darle toda su sangre a su hermana para salvarla… Así y todo, estaba dispuesto a hacerlo.

Recogida en la lluvia ....



Una noche a las 11.30 pm, una señora afroamericana estaba parada al costado de la ruta tratando de aguantar una fuerte tormenta. Su auto se había roto y necesitaba que la alcanzaran hasta algún punto de ayuda. Toda empapada, hizo dedo tratando de parar al próximo auto.

Un joven blanco frenó a ayudarla (algo que en los años ’60 era todavía menos usual que ahora), la llevó a un puesto de seguridad, la ayudó a conseguir asistencia para el auto, y le consiguió un taxi. Ella parecía muy apurada, pero anotó la dirección del hombre y le agradeció.
Después de 7 días, al joven le llegó a su casa una TV color pantalla gigante. Tenía una nota que decía: “Muchas gracias por ayudarme en la ruta la otra noche. La lluvia había empapado no sólo mi ropa, sino también mi espíritu. Y ahí llegó usted. Gracias a usted pude llegar a estar junto a mi marido en sus últimos minutos de vida. Dios lo bendiga por ayudarme y por servir a otros desinteresadamente”.

Los zapatos



Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.

Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres.
Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo.
Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió
a mirar.
Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.
Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de
lágrimas.
Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras
hecho una broma?
El joven respondió:
Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.

La última pregunta


Durante mi último curso en la escuela, nuestro profesor nos puso un examen. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta que llegué a la ultima, que decía así: ¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela? Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero... ¿cómo iba yo a saber su nombre? Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen. Por supuesto, dijo el profesor. En sus vidas ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Todas merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan: !Hola! Yo nunca olvidé esa lección.


También aprendí que su nombre era Dorothy.

El árbol de las manzanas


El árbol de las manzanas

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: "¿Vienes a jugar conmigo?". Pero el muchacho contestó: "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos". "Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... pero puedes tomar todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus juguetes". El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: "¿Vienes a jugar conmigo?". "No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?". "Lo siento, no tengo una casa, pero... puedes cortar mis ramas y construir tu casa". El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el árbol. El hombre contestó: "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: "Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte, ni siquiera manzanas". El hombre replicó: "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años...". Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: "Realmente no puedo darte nada... lo único que me queda son mis raíces muertas, pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa". El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá... Cuando crecemos los dejamos... Sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas... No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Parece que el muchacho es cruel contra el árbol... pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres.
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado.

Siempre recuerde a aquéllos a quienes sirve...

Cuando los helados eran más baratos, un chico de 10 años entró en la cafetería de un hotel y se sentó en una mesa. “¿Cuánto cuesta un postre helado?”, preguntó. “50 centavos”, respondió la moza.


El chico metió la mano en el bolsillo, contó las monedas que tenía, y dijo “Bueno, ¿Y cuánto cuesta un helado simple?”. Como había más gente esperando, la mesera respondió brusco: “¡35 centavos!”.
El chico contó las monedas de nuevo y eligió el helado simple. La moza le trajo el pedido, puso la cuenta en la mesa, y se alejó. El chico terminó su helado, pagó en la caja, y se fue.
Cuando la moza volvió, empezó a llorar mientras limpiaba la mesa. Allí, ordenados junto al plato vacío, había 15 centavos en monedas. ¿Lo ves? Él no pudo tener el postre helado que quería, porque tenía que sobrarle plata para dejarle a ella una propina.

LA SERPIENTE Y LA LUCIERNAGA



LA SERPIENTE Y LA LUCIERNAGA

Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una Luciérnaga; ésta huía rápido de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir.
Huyó un día y ella no desistía, dos días y nada.
Al tercer día, la Luciérnaga paró y fingiéndose exhausta, dijo a la serpiente:
- Espera, me rindo, pero antes de atraparme permíteme hacerte unas preguntas.
- No acostumbro dar éste precedente a nadie pero como te pienso devorar, puedes preguntarme.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- No.
- ¿Te hice algún mal?
- No.
- Entonces, ¿Porque quieres acabar conmigo?
- Porque no soporto verte brillar.
La luciérnaga se atrevió a recabar esa información, porque quería entender la situación que a todas luces le parecía sin sentido.
Una vez enterada del adormecimiento y la envidia de la serpiente, se limitó a sonreír y volar más alto y rápido aún, con lo que la serpiente se quedó con ganas de ese bocado tan luminoso que demostró estar fuera de su alcance.
En un guiño final de su luz, el bichito alado le gritó a la serpiente, muy encima de ella:
-“Es hora de que aprendas a brillar tu misma de un modo tan hermoso que aún nosotras las luciérnagas, observemos con admiración, tu gran resplandor”
—————
Hay muchas personas que no soportan ver brillar a otras, envidian su vida, sus logros, su familia y hasta su sonrisa!
Si alguna persona así nos tocase en la vida, nunca dejemos de brillar, nunca dejemos de seguir siendo nosotros mismos, de seguir haciendo y dando lo mejor de nosotros, hasta que esas personas comprendan que no pueden hacernos nada malo y que nuestra luz siempre seguirá intacta, y a lo mejor entonces, ellas comienzan a tratar de brillar por si mismas también.